Sin embargo, ahora el foco está en el impacto en la vida de los ciudadanos. Los smartphones se han convertido en la llave de la ciudad, poniendo en manos de millones de personas información instantánea sobre tráfico, servicios sanitarios, alertas de seguridad o noticias de la comunidad. Después de una década de pruebas y errores, los líderes municipales se están dando cuenta de que las estrategias de las ciudades inteligentes comienzan por las personas, no por la tecnología. La inteligencia no solo supone incorporar interfaces digitales en las infraestructuras tradicionales o racionalizar las operaciones de la ciudad. También se trata de utilizar la tecnología y los datos para tomar mejores decisiones y ofrecer una mayor calidad de vida. Esta calidad de vida tiene muchas dimensiones, desde el aire que respiran los residentes hasta la seguridad que sienten al caminar por las calles. El informe analiza cómo múltiples aplicaciones digitales abordan este tipo de preocupaciones prácticas y muy humanas. Concluye que las ciudades pueden utilizar tecnologías inteligentes para mejorar algunos indicadores clave de la calidad de vida entre un 10 y un 30%, cifras que se traducen en más vidas salvadas, menos incidentes delictivos, trayectos más cortos, menores costes sanitarios y menores emisiones de carbono.
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