1.-Quo vadis? versus “X, Y, Z”.
¿Dónde estás? ¿Dónde quedamos? ¿En qué empresa nos reunimos? ¿Dónde está la casa de tus amigos? ¿Dónde trabajas? Estas preguntas cotidianas ya no se suelen responder con unas simples indicaciones ni con remisión al rótulo con el nombre de la calle, por si además tuviera la fortuna de ser de las que aparecen en algún afamado juego de mesa.
Al menos en los países occidentales inundados de dispositivos móviles, ya es corriente compartir la ubicación personal a través de cualquier servicio de mensajería instantánea. En menos tiempo del que tardamos en ofrecer una explicación del tipo “primero izquierda y luego derecha”, a través de la geolocalización móvil y web facilitamos una ingente cantidad de información de localización personal a nuestros familiares, amigos, colaboradores y personas de contacto.
Hoy en día la geolocalización permite un creciente y exponencial uso personal, social y profesional. La posibilidad de compartir con sorprendente facilidad esta clase de geoinformación, que suma al mapa toda clase de posibilidades de integración en navegadores y seguimiento de la ubicación en tiempo real, posibilita ventajas que ya no sabríamos cómo suplir con aquellos viejos mapas de papel.
Sin embargo, resulta curioso o, al menos, significativo que los usuarios de estas avanzadas aplicaciones se sorprendan y suelan desactivar el seguimiento cuando descubren el “timeline” que de ellos va construyendo el servicio de mapas, especialmente cuando detectan que dicha información se comparte con terceras aplicaciones y fines no siempre explícitos.
¿Sabemos que en dos desplazamientos para cenar con unos amigos por Berlín el teléfono envía al servicio de mapas más de 300 localizaciones, es decir, la localización personal de cada minuto? Para algunos esto tal vez sea una sorpresa, pero para la mayoría podría resultar estremecedor. Tan es así, que en julio de 2015 Google cambió el nombre de su “Location History tool” por el de “Your timeline”.
2.- Qué es “geolocalización”.
La geolocalización es tecnología, datos, metadatos y servicios de datos geoespaciales.
Más que simples mapas o cartografía en la forma en que los hemos conocido hasta la llegada de los modernos dispositivos digitales, la geoinformación es todo ese conjunto de datos y servicios que, de forma directa o indirecta, hacen referencia a una localización o zona geográfica específica.
En pleno Siglo XXI ya no dudamos de que la información geográfica juega un papel importante en nuestra sociedad. Así es debido a que prácticamente todas las actividades y decisiones humanas tienen un componente geográfico, pues las personas y los bienes están situados en un lugar geográfico. De esta manera, el valor de la información se incrementa cuando se conecta a una ubicación concreta, además de a un momento particular.
Actualmente, gracias a avanzadas tecnologías y a una alta capacidad de digitalización, todo tipo de información, desde textos hasta vídeos y recorridos deportivos, desde datos financieros hasta datos de salud y de comportamiento del consumidor, pueden conectarse a una ubicación geográfica. Este creciente y actual fenómeno deviene exponencial impulsado precisamente por el rápido desarrollo tecnológico y la amplia aceptación de los dispositivos móviles inteligentes. Ya se desarrollan nuevas herramientas para una nueva categoría de servicios basados en la localización.
Los datos geográficos son más que simples coordenadas geográficas. Se trata de una información que permite obtener la ubicación geográfica de un objeto, como puede ser un teléfono móvil, un coche o una calle, pero también de la persona que porte el dispositivo, de forma estática y en movimiento a tiempo real. Además existen diferentes métodos y herramientas para mejorar la precisión, como por ejemplo el código postal de la zona, la dirección IP de un terminal o el sistema GPS de nuestro teléfono móvil.
Junto a los simples datos geográficos, esas conocidas “coordenadas X, Y, Z”, los llamados “metadatos” suelen tener mayor relevancia, pues incluyen toda la información que describe los conjuntos y servicios de datos geoespaciales y hacen posible localizarlos, inventariarlos y utilizarlos.
3.- ¿Nos afecta la “geolocalización”?
La geolocalización en sí misma no es buena ni mala, si estos términos se pueden referir a esta realidad tecnológica. De igual forma que un cuchillo o un bisturí no es ni bueno ni malo, los servicios geoespaciales tienen ventajas e inconvenientes según las manos que los manejen y el uso o destino al que se puedan aplicar.
Por ello, y conscientes del riesgo de doble uso de la geoinformación, somos de la opinión positiva y constructiva favorable a su buen uso, como el que daría al cuchillo un buen jamonero, al bisturí un buen cirujano y a los datos y servicios geoespaciales los ciudadanos, empresas, administraciones y aplicaciones para un mejor progreso y desarrollo de las soluciones a sus necesidades.
No obstante, la geolocalización crea una diaria “huella histórica” de los lugares, actividades y tiempos del dispositivo o sensor, y desde luego de la persona a quien se une inextricablemente o del vehículo que lo incorpora. Más aún, y quitando de la lista de ejemplos los marcapasos o similar instrumental médico, pocos dispositivos lleva una persona tan cerca y durante tanto tiempo al día como un teléfono móvil inteligente.
Por esta concreta razón, la geolocalización de personas y bienes afecta y puede afectar a diversas esferas de derechos como la intimidad, la privacidad, el libre desarrollo de la personalidad, la libertad de expresión, el derecho al honor, la propiedad intelectual, etc.
Sería muy amplio abordar cada una de esas dimensiones, y como botón de muestra nos centraremos en la perspectiva de la privacidad. Esta dimensión no es ni debiera ser la única a considerar, pero sí resulta elocuente para otear el horizonte de los riesgos y, sobre todo, de las ventajas que comporta la utilización de la geoinformación y su impacto o “huella histórica” personal, empresarial y corporativa.
4.- Riesgos de la “geolocalización”.
Diversas entidades nacionales e internacionales subrayan claros riesgos en la utilización de la geoinformación. Sin ánimo de exhaustividad, podrían destacarse algunos referidos a la privacidad e indirectamente a la seguridad personal o colectiva.
Actualmente, se ha consolidado la conciencia de que cualquier información de carácter personal puede comprometer nuestra privacidad. Cada vez hay menos duda de que los datos de geolocalización son realmente datos de carácter personal, que identifican o pueden hacer identificable a una persona de manera más o menos directa.
En este sentido, quizá no esté tan asumido que la geolocalización y las aplicaciones de mapas son empleados más comúnmente de lo que pensamos para cometer acciones delictivas. No es ciencia ficción la realidad de que los delincuentes utilizan estas herramientas para encontrar objetivos potenciales y aumentar los resultados criminales, por ejemplo, gracias a las publicaciones de los usuarios en redes sociales y a la información facilitada por mapas virtuales compartidos en línea o a través de aplicaciones. Según cifras de Naciones Unidas, ya hay países que sufren más de 500 secuestros de personas al año. En el año 2016, el 78% de delincuentes en Estados Unidos declaró haber utilizado redes sociales con geolocalización para rastrear la ubicación de las personas y asaltarlas, y el 74% dijo haber utilizado servicios online de mapas y de visualización a pie de calle para robar casas.
Asimismo, la publicación de una ubicación puede poner en riesgo a personas, animales o recursos que se quieren mantener reservados, como por ejemplo ciertas especies protegidas frente a cazadores furtivos o instalaciones e infraestructuras consideradas críticas.
5.- Ventajas de la “geolocalización”.
Las ventajas de los servicios de localización geográfica son igualmente apreciables en la vida cotidiana de millares de personas, pues facilitan de manera rápida información sobre lugares, empresas, comercios, etc., permiten compartir información y ubicaciones de manera que se facilita llegar o acceder a lugares que de otra manera resultaría más tedioso o inasequible.
Si bien facilitamos información de manera constante sobre nuestra ubicación, es claro que esta tecnología también nos posibilita abordar tareas que sin estos medios digitales serían más complicadas de realizar, nos ayuda a localizar direcciones, rutas y transporte, a compartir recorridos deportivos y recreativos con amigos, a generar una mayor colaboración y expandir la capacidad de prestar servicios comerciales de manera efectiva y más inteligente.
Entre las numerosas virtudes de esta tecnología en expansión, también es interesante mencionar la ayuda que presta en labores de rescate y salvamento de personas y en situaciones de emergencia y catástrofes naturales, supuestos en los que la privacidad quedaría desplazada o limitada ante la necesaria seguridad e integridad física.
Afortunadamente, a pesar de ciertas lagunas legales, los servicios de emergencia ya utilizan la geolocalización para llegar hasta una persona en apuros, pero siempre que haya una conexión telefónica posible que permita compartir la ubicación. En estas situaciones, el dato de geolocalización personal puede resultar crucial ante una desaparición, pero presenta la grave dificultad de que la persona afectada ha de poder proporcionarlo, algo imposible si está inconsciente o si simplemente se ha quedado sin batería. Como contrapunto, las operadoras y las compañías que gestionan actualmente los datos de tráfico y localización no parecen proclives a facilitarlos ni siempre es posible obtenerlos con la rapidez que requieren las necesidades de una emergencia.
Existen otras formas de obtener la posición de una persona con la información del teléfono móvil. Las autoridades y servicios de emergencia suelen pedir la triangulación telefónica, que consiste en sondear la potencia procedente de las antenas que le llega a terminal. De momento, para obtener la localización por triangulación telefónica es necesario solicitarlo judicialmente. Si el Juez lo autorizara, el proveedor de telefonía o similar, que gestiona las antenas, tendría que facilitar los datos. La resolución judicial es ejecutable de inmediato y los plazos suelen ser bastante rápidos, pero no instantáneos, tardando entre horas y días, según los casos.
6.- Cómo se difunde la geoinformación personal.
La geoinformación puede ser facilitada voluntaria e involuntariamente, incluso sin que el usuario o propietario del dispositivo sea consciente y a pesar de que haya podido desactivar ciertos servicios o sensores.
Habitualmente, la información geográfica personal se facilita de manera voluntaria, principalmente a través de aplicaciones y redes sociales. Estos datos suelen ser almacenados y analizados por los proveedores de servicios de Internet, generalmente para mostrar publicidad personalizada.
También se producen usos más creativos que pueden suponer una invasión de la privacidad personal, pero es cada usuario quien decide permitir esa invasión cuando acepta las condiciones que, tal vez, no siempre ha leído. Por ejemplo, cada usuario facilita su ubicación cuando publica en cualquier red social una foto o un video con la ubicación, la ruta que ha hecho entrenando, etc.
Sin embargo, la persona no siempre es consciente ni se plantea que esa información personal puede ser usada en su contra. Así ocurriría si publicara todos los días la ruta que hace entrenando, pues cualquier persona con acceso a su perfil podría saber dónde estará y a qué hora en un futuro concreto.
Al mismo tiempo, la geoinformación personal puede difundirse de manera involuntaria. En unos casos, porque se facilite información personal sobre nuestra ubicación sin nosotros saberlo, como por ejemplo a través de los metadatos de imágenes y videos. Los metadatos son información vinculada a un archivo y en la que se detallan diferentes aspectos, entre otros la localización, fecha y hora de la captura. En otras situaciones, son los videos y fotos que tomamos y publicamos en redes sociales los que asocian metadatos con los que se puede identificar la ubicación exacta donde fueron tomados. En la actualidad, algunas redes sociales eliminan tales metadatos de forma automática, pero otras no. Por ello, borrar esa información metadatada antes de hacer una publicación es una práctica muy recomendable.
7.- 5 consejos básicos para minimizar los riesgos de la geolocalización personal.
Para ayudar a una utilización más segura de la geoinformación personal, pueden tenerse en cuenta cinco consejos elementales:
1) Revisar los ajustes de privacidad de los dispositivos y asegurarse de que solo personas de confianza o, al menos, conocidas pueden ver las actualizaciones que contengan localización personal.
2) Desactivar las opciones para informar automáticamente sobre la localización personal.
En caso de usar servicios específicos cuya función principal sea informar sobre la localización personal, revisar atentamente la política de privacidad y los datos que se suministran de manera pública.
3) Evitar informar en cualquier caso sobre ausencias prolongadas.
4) Asegurarse de que la dirección postal personal no esté disponible en ningún servicio online de mapas de manera pública.
5) No facilitar información sobre tu rutina diaria de desplazamientos.
8.- Para pensar más a fondo.
A modo de epílogo, más que de conclusión cerrada, volver la mirada atrás sobre las cuestiones esbozadas lleva a reflexionar también acerca del valor y la relevancia jurídica que puede tener el historial geográfico o la “huella histórica” de los datos de geolocalización en la conformación de la identidad digital personal.
Esa geoinformación, aparentemente inocente e insignificante en un primer momento, puede devenir muy relevante si correcta e, incluso, incorrectamente o por otros intereses o circunstancias vinculara a una persona individual con un espacio concreto. No será lo mismo que confirme y permita probar judicialmente que la persona estaba dentro de un estadio de fútbol durante un partido o, al contrario, en su exterior durante una riña tumultuaria.
Desde otra perspectiva, como es la del patrimonio digital de cada persona, no son pocas las peculiaridades jurídicas que plantea la disponibilidad de esa “huella histórica” de geolocalización personal, también en los supuestos de transmisión mortis causa de una persona. Hasta tal punto es así que ya hemos tenido que abordar profesionalmente situaciones de retirada de contenidos digitales por fallecimiento y por cuestiones hereditarias. No siempre los proveedores de servicios de Internet han reaccionado de igual manera, ni lo que parecía una insignificante dirección postal en un geoportal digital resultó ser una cuestión solo personal ni irrelevante para la herencia.
En definitiva, como vengo pensando desde hace algunos años, creo que “allí donde hay espacio hay Derecho”. Además con la fortuna de que cada día y cada desarrollo tecnológico nos sorprende y reta con nuevos desafíos jurídicos que interesan directamente a personas y empresas, a organizaciones y Administraciones Públicas.
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