El sentimiento de la justicia, depende del devenir de los hechos. Lo que la Historia pone de manifiesto, es un descubrimiento gradual progresivo de la justicia, siempre más exigente, más perfecta y siempre resultante en mayores cotas de civilización.

La justicia hay que sentirla: Filosofía para una reconstrucción

Tribuna Madrid
COVID19

En estos tiempos duros que nos está tocando vivir a la sociedad europea y a la española, los profesionales de la justicia, que no hemos dejado de trabajar durante el estado de alarma, asistimos impotentes y cansados de ver como ese sentimiento de justicia desaparece en nuestras mentes, quizás por el hartazgo o la pesadumbre que nos invade, y a la vez, ante ello,  creemos que un sentimiento como éste, debe ser reivindicado aún más, en voz alta, más que nunca, por el crónico olvido, abandono y hastío, manifestado durante tanto tiempo, por aquellos  que deben implantar las políticas y medios necesarios para  impulsar a la Justicia, en mayúsculas.

«La lucha por el sentimiento jurídico» fue una pequeña conferencia impartida por el jurista y filósofo Rudolph von Jhering en 1884 en la Universidad de Viena. El eje que vertebraba el discurso estaba basado en la disyuntiva que planteaba Jhering, en cuanto al origen de la normatividad, entre las denominadas opiniones nativistas e históricas, para la justificación de su conversión a esta última. Jherin termino por decir “la Historia nos instruyó por lo ético”.  Nuestro sentimiento jurídico depende, por tanto de los hechos reales, que se han hecho realidad en la Historia. El sentimiento de la justicia, depende del devenir de los hechos. Lo que la Historia pone de manifiesto, es un descubrimiento gradual progresivo de la justicia, siempre más exigente, más perfecta y siempre resultante en mayores cotas de civilización.

Sin justicia no hay libertad

La justicia no es tan solo un concepto abstracto sino que su noción debe concretarse en acciones e impartirse de forma democrática, sin distingo de ninguna clases para que iguales a todos frente a la ley, al comprender que: “Sin justicia no hay libertad y que la base de la justicia no puede ser otra que el equilibrio entre los derechos de los demás con los nuestros”. El contacto con la justicia revela que en ella se encuentra el fundamento de la existencia, aunque no son pocos, los que le han perdido la fe.

Asistir a un proceso es tener a veces la impresión de estar concurriendo a esas justas literarias del lirismo provenzal,  y es sentir la angustia de ver lo poco que cuenta en todo ello el justiciable. Esta frase quedó grabada en mi memoria  y ahora la vuelvo a recordar.

Nadie duda de que nuestra época vive bajo el signo de la inquietud, de la repulsa y desconfianza hacia la actividad de los tribunales, que desemboca en el modelo del agotamiento de un sistema judicial que ya hemos repetido muchas veces. El derecho no se ha escapado a la incredulidad y la justicia es considerada frágil e insuficiente.   Ahora bien,  que razón tenía el gran juez Vanderbilt, cuando señalaba que los retrasos injustificados pueden eliminarse de la justicia si tenemos continuamente presente que los tribunales existen para servir al Estado y a los litigantes y no a los jueces y abogados, Administrar justicia es función seria y difícil. Pero debemos de tener claro en este momento, en el que parece que el barco de la Justicia se hunde irremediablemente,  que tan importante son el derecho y la justicia para todos, pues tenemos la fe permanente en el triunfo definitivo del derecho como el mejor instrumento para ordenar la convivencia humana, y sobre todo porque sin ella, no puede existir el derecho, ni brillar la justicia y nunca podremos conquistar la paz.

Si los Tribunales no son vistos como instituciones accesibles capaces de dar una solución justa y efectiva de las disputas legales, existe la probabilidad de que los ciudadanos traten de resolver sus conflictos con los medios más violentos. Y eso sería el fracaso de una democracia, como la nuestra.

El buen funcionamiento de los sistemas judiciales

Las cuatro dimensiones institucionales y de opinión pública consideradas como fundamentales para el buen funcionamiento de los sistemas judiciales democráticos:

  1. El acceso a la justicia. La garantía de acceso igualitario a los tribunales por medio de la eliminación de barreras legales y/o económicas para los ciudadanos que no tienen medios suficientes para iniciar un proceso legal.
  2. Imparcialidad. Cercanía al justiciable. Aplicación justa e igualitaria del derecho a través de un proceso debido, a un proceso justo y con plenas garantías legales, constitucionales y europeas.
  3. Eficiencia judicial a través de la simplificación de todos los procesos judiciales e inversión económica, en todos los órdenes jurisdiccionales, y des judicialización a través de otras alternativas: Aplicación del derecho por parte de los jueces sin incurrir en errores legales ni en dilaciones indebidas del proceso judicial. En aquellos procesos donde el litigio como tal no sea imprescindible, deben implementarse mecanismos para satisfacer al ciudadano.
  4. La función pública, la veo, como una asignatura publica pendiente del mundo moderno. Es necesario reformar integralmente el mundo de la Administración pública de la justicia. Hay hartazgo crónico en el ambiente funcionarial. Falta motivación, indignidad en las condiciones laborales, falta eficacia, y falta de respuestas, por parte de aquellos que deben darlas. El esfuerzo por vivir solo para los días en rojo del calendario es como un boomerang  que se vuelve contra nosotros mismos.  Por eso, cambiar la Justicia no sólo es necesario para la sociedad sino también para sus gestores quienes han de sentirse más interesados en los cambios que en mantenerse privilegios que luego como vemos no nos satisfacen.

No podemos dar tregua a los corporativismos dentro de la justicia. No podemos permitimos, una simplificación del problema, una disgregación y oposición de unas fuerzas y sinergias de unas con otras dentro del aparato de la Administración de justicia y de la administración de la Administración de la justicia. Con ello quiero decir, que es una exigencia, repito una exigencia, de actuar partiendo del sentimiento de la justicia, como servicio público y como conquista social, para reconstruir una justicia muerta, la que desgraciadamente, ya tenemos en nuestro querido país.

La Pandemia de COVID-19, es una oportunidad para transformar el funcionamiento tradicional de los tribunales para dibujar un nuevo escenario de verdad, para mejor, siempre que la justicia de alta calidad y el respeto de los derechos individuales estén en la vanguardia de los cambios, como señala en el último informe la Comisión Europea para la Eficiencia de la Justicia ( CEPEJ).

Al lanzar nuevas directrices la Comisión compuesta por 47 expertos de los 47 Estados miembros del Consejo de Europa, instó a los gobiernos a invertir en justicia cibernética, ofrecer acceso en línea, audiencias remotas, capacitar a los profesionales de la justicia para trabajar desde casa e invertir en infraestructura informática. Al mismo tiempo, advirtieron que la velocidad del cambio no debería amenazar los derechos básicos y destacaron que los casos que involucran a los más vulnerables, como los pensionistas, las personas con discapacidad, los menores, los impagados, los consumidores, las víctimas de violencia de género, los ciudadanos de a pie, los clientes de bancos, etc., deben tener la importancia que merecen, junto con los casos que surgen directamente del confinamiento.

Las directrices adoptadas el pasado 10 de junio de 2020 por el Consejo Europeo y que se organizaron en el marco de la Presidencia griega del Comité de Ministros del Consejo de Europa, son muy relevantes y directas. Hay que invertir en justicia, sí o sí.  Estas directrices se encontraban contenidas en el documento, “Declaración sobre la lecciones aprendidas y los desafíos que enfrentó el Poder Judicial durante la pandemia Covid.-19”.  Durante la reunión, los debates permitieron compartir experiencias, buenas practicas desarrolladas durante la crisis como el mayor uso de la tecnología de la información,  y los nuevos métodos de gestión y organización del trabajo con respecto a todos los profesionales del derecho y extraer lecciones de ellos, lo que en particular, debería permitir a los Estados miembros prepararse para enfrentar  una situación similar en el futuro.

Fortalecer y perpetuar prácticas innovadoras

Por tanto , el CEPEJ hace un llamamiento a todos los Estados europeos, incluido España, para que fortalezcan y perpetúen las practicas innovadoras  que se han introducido para garantizar la eficiencia del servicio público de justicia al tiempo, que garantizan el respeto de los derechos de los litigantes y el principio de un juicio justo.  Iniciemos la reconstrucción de la justicia con  verdaderos instrumentos eficaces, para iniciar la nueva normalidad en justicia, con unidad, consenso y responsabilidad .  Es hora de comenzar con lo que nos dicen desde Europa.

Concluyo, con las palabras de Benito Feijoo a su hijo, en la Carta de un Togado anciano aun hijo suyo recién elevado a la Toga (Balanza de Astrea o recta administración de justicia): “no sé hijo, si celebre o llore la noticia que me das de haberte honrado su Majestad con esa Toga. Venero esta prenda. Contemplo te en una esclavitud honrosa, mas al fin esclavitud. Ya no eres mío, ni tuyo, sino todo del público. Tu bien propio  le has de considerar como ajeno, y sólo el público , como propio.”

La Justicia, pues, hay que sentirla.  Ojala construyamos el futuro de la justicia , sintiéndola.


ElDerecho.com no comparte necesariamente ni se responsabiliza de las opiniones expresadas por los autores o colaboradores de esta publicación