La noticia reciente de la utilización por la empresa Cambridge Analytics de millones de datos personales de usuarios de Facebook, no sólo ha puesto en la picota de las críticas a esta última empresa y las garantías que ofrece sobre la información personal que maneja, sino que va a suponer un revulsivo en la defensa de la privacidad como derecho de los ciudadanos en el mundo digital que vivimos y, en consecuencia, podemos deducir que puede incentivar a las Autoridades de la UE a reforzar la exigencia de cumplimiento de la normativa de Protección de Datos, recientemente actualizada.
En unos días entra en vigor la aplicación del nuevo Reglamento comunitario que refuerza la armonización del tratamiento de los datos personales en todos los Estados Miembros, e introduce algunos nuevos elementos importantes; entre otros, la necesidad de una explicación y justificación más clara y explícita de por qué y para qué se guardan los datos, el consentimiento explícito, el derecho al olvido, y unas sanciones por incumplimiento mucho más elevadas. Todas las empresas e Instituciones europeas han de adaptarse a esta nueva norma.
Pero la incorporación del derecho al olvido, como borrado de todos los datos que hay sobre una persona, está poniendo sobre la mesa nuevos aspectos del gran debate sobre la privacidad y sus límites: en concreto, si técnicamente es posible o no ese "borrado", y yendo más allá, si con la tecnología de "Blockchain" tiene sentido hablar de derecho al olvido, al basarse su fiabilidad en registros múltiples que quedan dentro de una cadena y no pueden ser eliminados individualmente. Esta última cuestión la planteó hace poco un reputado "think tank" americano y en España ha sido comentada, a través de su blog, por un conocido experto en temas digitales.
Los críticos con la incorporación del "derecho de olvido" y en consecuencia de la obligación del "borrado en la red", argumentan que cuando una noticia sobre una persona aparece en un medio y queda registrada, es imposible borrarla. Así por ejemplo, el caso de aquel joven que hace años estando algo ebrio orinó en una conocida fuente en una ciudad, la policía intervino, la prensa lo reflejó, y años más tarde, ya no tan joven, ve como su nombre en internet sigue apareciendo asociado a aquel hecho. Ciertamente una cosa es "olvidar", que es producto de un comportamiento del cerebro humano, y otra es obligar a borrar para que la noticia no aparezca. Por su parte, los defensores del derecho al olvido argumentan que técnicamente sí es posible la eliminación de la referencia, e incluso que hay soluciones para el Blockchain. La polémica está ahí.
Pero aparte de esta discusión, hay un segundo problema con los datos. Y es que, aunque todos los ciudadanos coincidimos en que es fundamental el derecho a la privacidad como principio, la cuestión clave está en su aplicación y en sus límites. Es un hecho que los mayores avances e innovaciones que van a darse en muchos campos como la salud o el medioambiente, serán resultado de análisis de Big Data, esto es, de estudios de millones de datos, analizando comportamientos, gustos y reacciones, y del diseño de algoritmos que permitan a las máquinas operar reaccionando ante determinados patrones de actuación.
La salud y el bienestar de los ciudadanos es sin duda uno de los campos donde se esperan mayores avances, reforzando la medicina "personalizada" que ya se va imponiendo, con tratamientos individualizados en función de la genética y el perfil personal de cada ciudadano. Una medicina que busca no sólo "curar enfermedades" sino también retrasar el deterioro y el envejecimiento del organismo permitiendo una vida activa más larga y con menos enfermedades.
Pero para lograr esto, los investigadores requieren analizar millones de datos, datos que no se obtienen sólo de los hospitales, sino de diferentes fuentes como por ejemplo la que captan las "cookies" de las webs que utilizamos. Datos, no sólo de la situación personal, familiar y profesional de la persona, sino datos que tienen que ver con los gustos, las aficiones y el comportamiento. De ahí que sea necesario un cumplimiento estricto de unas normas que garanticen el derecho a la privacidad.
Todo esto nos hace pensar que el tema de la privacidad seguirá siendo objeto de debate público, y en particular el equilibrio entre respeto a la privacidad e innovación a partir del tratamiento de datos. El nuevo Reglamento entra en vigor, y en el Congreso de los Diputados hay una Propuesta de Ley en tramitación. Aparte de que aún quedan por clarificar algunos aspectos de ésta en relación con lo que establece el Reglamento, queda por ver la aplicación y control que la Agencia de Protección de Datos llevará a cabo en los primeros meses tras la entrada en vigor, así como, en su caso, lo que establezcan los Tribunales en casos de conflictos y de reclamación ante sanciones. En cualquier caso, es claro que hay que adaptarse estrictamente a lo que dice el reglamento.
Y es que la privacidad es fundamental, pero también es básico que se establezcan mecanismos que no entorpezcan los posibles avances en medicina y otras disciplinas de las ciencias. Un buen tratamiento que permita el desarrollo del Big Data hará que las empresas y los ciudadanos se sientan más cómodos y seguros, y que nos beneficiemos de avances y progresos en nuestro bienestar.
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