Sonaba el móvil. Alfonso me llamaba. No pude responder. O no quería, quizás; después lo supe...
No quería saber, baldíamente, que la palabra muerte resonaba. Y que acababa de quedarse huérfana, desvalida y sin rumbo, la palabra.
Desamparada y triste, la palabra, porque Jesús Vidart -dueño absoluto del verbo y de la prosa- en su última oración se la llevaba.
Jesús Vidart, Señor de la palabra, nos dejas mudos y desconcertados; amputas, al partir, el diccionario. Y te llevas contigo esos morfemas, esas palabras que sólo eran posibles porque tú las usabas.
La palabra amistad; la palabra elocuencia; compañerismo, bondad, sabiduría, y tantas otras -hermosas, bienhechoras- que con Jesús se marchan. Se marchan de repente, y nos angustia seguir estando vivos. Vivos....y sin palabras
Adiós, Jesús, maestro, compañero; amigo de unos años en que tuve el privilegio de aprender a tu lado. Todo era fácil en tu magisterio. Todos los nudos, los desenlazabas. Todas las dudas desaparecían, y cualquier ecuación se hacía palabra
Hasta pronto, Jesús, nuestra esperanza es que no tardaremos mucho tiempo en disfrutar con tu quietud de siempre, con tu sosiego plácido y amable. Y gozaremos juntos, para siempre, del Verbo y la palabra.
Juan Pujol
Presidente
Lefebvre
