El ataque a la DGT no deja de ser un ataque más a sumar al del Hospital Clínic de Barcelona, el reciente del Banco Santander, a los registros médicos de la Guardia Civil, a Iberdrola o Decathlon, o los ya sonados de Telefónica, BBVA, la Seguridad Social o la Universidad de Barcelona.
“Los grandes ciberataques que han afectado a empresas e instituciones españolas e internacionales demuestran que estos incidentes pueden volver a producirse e, incluso, escalar a niveles aún más graves en el futuro”, advierte Victor Ronco, CEO de Zerod. Esto se debe a que las ciberamenazas están en constante evolución: “Los grupos de delincuentes continuamente perfeccionan sus técnicas y tácticas de intrusión para volverse más sofisticados. A medida que surgen nuevas tecnologías y sistemas, también aparecen nuevas vulnerabilidades que pueden ser explotadas por los atacantes más avanzados”, sostiene Ronco.
Para este experto, el ransomware, como el utilizado en incidentes como el histórico WannaCry del año 2017, que aprovechó una vulnerabilidad en Windows y se propagó rápidamente infectando más de 300.000 ordenadores en 150 países, sigue siendo una de las principales amenazas, y sus variantes se vuelven más destructivas y difíciles de combatir.
Además, tanto el cibercrimen financiero como los ciberataques patrocinados por estados continúan en aumento, impulsados por grandes recompensas económicas o motivaciones geopolíticas. “Desafortunadamente, muchas organizaciones aún no priorizan adecuadamente la ciberseguridad, dejando puntos ciegos que los delincuentes pueden explotar”, matiza el CEO de Zerod, que asegura que “es por ello por lo que las empresas y entidades, incluso las pymes, deben mantenerse en constante alerta y actualización de sus defensas. Tener un enfoque proactivo puede marcar la diferencia para mantenerse siempre un paso adelante de las amenazas en rápida evolución”.
Si incidentes similares a los grandes ciberataques sufridos por empresas e instituciones españolas volvieran a producirse, las consecuencias podrían ser muy graves en múltiples aspectos. “En el ámbito económico, los costes directos e indirectos pueden ser enormes. Desde las pérdidas por interrupción de operaciones críticas, hasta las multas regulatorias por incumplimientos de privacidad de datos, pasando por los gastos de recuperación, investigación forense y posibles extorsiones en el caso de ransomware”, apunta Ronco, que añade que “en algunos casos, estas cifras pueden ascender a cientos de millones de euros, amenazando seriamente la viabilidad financiera de las organizaciones afectadas”.
Por otra parte, y de forma cualitativa, un ciberataque grave puede tener un enorme impacto operativo y productivo. En este sentido, el experto de Zerod sostiene que “los sistemas críticos pueden quedar completamente inoperativos, interrumpiendo procesos clave, cadenas de suministro y causar enormes retrasos en los productos y servicios ofrecidos a los clientes, lo cual puede generar importantes pérdidas. Pero, quizás una de las consecuencias más duraderas es el daño reputacional”. La confianza de los clientes, socios comerciales e inversores puede verse gravemente afectada, manchando la imagen de marca de manera considerable.
“Recuperar una reputación dañada suele ser un proceso complejo y largo que podría restar competitividad durante años. Además, desde el punto de vista legal, los ciberataques podrían exponer a las empresas a cuantiosas demandas por incumplimientos, negligencias y violaciones de regulaciones, sumando otra capa de consecuencias negativas”, alerta Ronco. La fuga de datos sensibles de clientes también podría acarrear sanciones millonarias por parte de los organismos reguladores
No existe una solución única contra los ciberataques
En este escenario, ¿existe alguna ‘receta mágica’ para prevenirlos? Desde Zerod mantiene que no existe una única solución que pueda prevenir por completo los ciberataques en las organizaciones. Sin embargo, aconsejan adoptar un enfoque integral de ciberseguridad que combine múltiples capas de protección es crucial para reducir significativamente los riesgos y estar mejor preparados ante amenazas sofisticadas.
“Si bien no hay fórmulas infalibles, algunas de las mejores prácticas y estrategias recomendadas por expertos incluyen, en primer lugar, mantener una postura de seguridad proactiva y de constante vigilancia. Realizar evaluaciones de riesgos periódicas, pruebas de penetración y auditorías de activos con consultoras especializadas en hacking ético es fundamental para identificar y mitigar las vulnerabilidades antes de que sean explotadas”, apunta Ronco.
En segunda instancia, este experto señala que es necesario implementar sólidos controles de seguridad en múltiples capas, como firewalls, sistemas de detección y prevención de intrusos, soluciones antimalware/ransomware, autenticación multifactor, encriptación de datos, entre otros. “Esta defensa en profundidad dificulta que los atacantes puedan atravesar todas las barreras”, resalta y añade que “otra estrategia clave es mantenerse actualizado con los últimos parches y actualizaciones de seguridad para sistemas, aplicaciones y software, cerrando rápidamente cualquier brecha que pueda ser aprovechada. Además, implementar sólidos controles de acceso y una rigurosa gestión de identidades y privilegios”.
La concienciación y capacitación constante del personal en prácticas de ciberseguridad también es primordial, ya que el factor humano suele ser el eslabón más débil en muchos ataques como las campañas de phishing. Finalmente, contar con un sólido plan de respuesta a incidentes, protocolos de contingencia y estrategias de recuperación ante desastres puede marcar una gran diferencia en la capacidad de una organización para resistir y recuperarse de un ciberataque grave.
En resumen, para Zerod, “si bien no hay fórmulas mágicas, trabajar continuamente con los mejores expertos, adoptar un enfoque de múltiples capas, mantenerse actualizado y preparado son las mejores estrategias para prevenir y mitigar el impacto de amenazas cibernéticas sofisticadas”.