Hace unos días se reunían en Madrid, creadores y desarrolladores de robots de todo el mundo presentando nuevas iniciativas de aplicaciones a la vida cotidiana y a la empresa.
Entre junio y septiembre, Lola, el Chatbot creado en la Universidad de Murcia para responder las consultas de los estudiantes que superaron el examen de selectividad y de otros ya matriculados, atendió 4.622 usuarios, mantuvo 13.327 conversaciones, y recibió 38.795 mensajes a los que dió respuesta, útil y satisfactoria. El éxito de esta experiencia de aplicación de técnicas de Inteligencia Artificial está llevando a extender el uso de programas Chatbot a otras áreas de la gestión de las Universidades.
Hace apenas unos años, la palabra Robot la asociábamos o bien con alguna película de ciencia ficción o, como mucho, con una máquina de largos brazos de una cadena de montaje de la industria del automóvil. Hoy hemos ido asimilando que muchos de los procesos industriales o de prestación de servicios están automatizados con máquinas robots que emulan el comportamiento humano. Ello es resultado del desarrollo de la Inteligencia Artificial, que consigue que las máquinas puedan ser programadas para actuar, en un contexto determinado, como lo haría un ser humano en ese contexto. Más aún, con la información que aporta el tratamiento de cantidades muy elevadas de datos relacionados con ese contexto y esa actividad, las máquinas son capaces de “aprender” y reaccionar como lo haría un humano. El coche autónomo, sin conductor, es un ejemplo de la aplicación de técnicas de tratamiento de datos e IA. El vehículo dispone de sensores a través de los que recibe la información del “contexto” (la carretera, otros vehículos, peatones, señales, posibles obstáculos,…), y con la información de que dispone, resultado de un gran tratamiento de datos con técnicas de IA, reacciona como lo haría un buen conductor. Las probabilidades de error son muchísimo más bajas que la del error humano.
Gracias a estos avances tecnológicos, y al desarrollo de las comunicaciones e internet, podemos también encender la calefacción o a luz de casa o de la oficina antes de llegar, y podemos calentar la cena en la vitrocerámica o microondas desde la calle. La llamada Internet de las cosas o IoT, por sus siglas en inglés, permite así controlar de manera más eficiente el gasto en electricidad, de igual modo que facilita el control de las averías.
En definitiva, poco a poco pero a gran velocidad, vamos asimilando que vivimos en un mundo en que las máquinas van sustituyendo muchas tareas que han venido desarrollando personas. De hecho los expertos estiman que en unos años cerca de un 40% de las tareas, más rutinarias o susceptibles de ser pautadas, serán sustituidas por máquinas con lo que ello implicará para el empleo y las necesidades de formación, y es que habrá nuevas tareas y ocupaciones más creativas, entre otras, las de diseñar y programar a las máquinas.
Junto a esto, aparecen nuevos instrumentos para la venta de nuestros productos y servicios, las plataformas, y los medios tradicionales pierden peso frente a las redes sociales a la hora de anunciarse y hacer marketing. Algunos sectores de actividad, como el transporte y la logística, o la cadena alimentaria comienzan a implantar Blockchain, una tecnología de registro descentralizado surgida con las criptomonedas. Estas, junto a otros criptoactivos como los ICOs, que aparecen como nuevos instrumentos de financianción, son también nuevos elementos que se van incorporando a la actividad económica ordinaria.
La innovación en la actividad económica es imparable. El problema es que las Administraciones Públicas no tienen capacidad rápida de respuesta a la hora de establecer el marco legal en que todas estas nuevas herramientas se pueden desenvolver. Ello provoca en algunos casos ciertos vacíos legales que hacen difícil implementar las innovaciones, situándonos en desventaja.
Una solución que se va implantando en algunos países de nuestro entorno y que se va a poner ya en marcha en España, es la creación de Sandbox, o espacios de prueba regulatorios cerrados, para la experimentación y desarrollo de proyectos pilotos. Esto es, las Autoridades establecen unas normas específicas que se aplican para la realización de la actividad, restringiéndose ese marco a la innovación que se quiera experimentar y que previamente se haya descrito de modo detallado en la correspondiente solicitud. De este modo la experiencia puede llevarse a cabo, sin vacío legal, y todos pueden aprender y beneficiarse de la iniciativa. Reino Unido, en el sector financiero, ha sido la pionera en este campo, y la Financial Conduct Authority cuenta ya con una experiencia de una treintena de proyectos piloto desarrollados. El último, una plataforma para la emisión de bonos respaldados por activos nominados en criptomonedas, basada en blockchain.
Es por tanto una buena noticia que, finalizado en septiembre un período de audiencia pública, siga adelante el Anteproyecto de ley para la Transformación digital, elaborado por el Ministerio de Economía y Empresa, para proyectos de innovación en el ámbito financiero, incorporando en nuestro país el modelo de Sandbox. En él se regula que una vez aprobada la solicitud de puesta en marcha de la iniciativa que se proponga, se establecerá un Protocolo con el marco legal aplicable, incluido período temporal y límites de responsabilidad, y se pondrá en marcha la experiencia. Terminado el periodo de prueba, se evaluarán los resultados e impactos, y si la experiencia lo apoya, se podrá establecer una pasarela para el acceso a la actividad. La Autoridades ajustarían en consecuencia el marco legal requerido.
Estamos pues ante una buena iniciativa, pragmática, que abre la puerta a la posibilidad de hacer reales innovaciones que ayuden a la mejora de la eficiencia y de la competitividad. Es sólo un primer paso pero puede contribuir a que las empresas, las Administraciones Públicas, y los responsables políticos, incluyan entre sus temas de interés debates concretos, y no sólo generales, sobre cómo se debe afrontar la incorporación de las innovaciones en la actividad económica, y cómo valorar sus impactos reales. La táctica del avestruz no es buena, y menos cuando son continuos los avances e innovaciones en todos los frentes, de la economía digital. Las empresas necesitan conocer el nuevo marco en el que mueven los competidores y las oportunidades, pero necesitan también las garantías de que hay un marco legal y unas reglas de juego claras.
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