Ley de Protección animal

Animales y mascotas, sus derechos, con o sin coronavirus

Tribuna
Proteccion animal

Año 2020. Cuando nos creemos intocables y pensamos que somos una sociedad desarrollada, estable e inmune a cualquier mal, la realidad es que somos frágiles, endebles y en sólo unos días, la naturaleza nos obliga a confinarnos en nuestras casas. Eso sí, en su mayoría, cómodos, con calefacción, agua, luz y suficientemente abastecidos de alimentos.

Comienza la lluvia sin control de cantidad ingente de disposiciones normativas que regulan el limitado régimen de circulación de personas, los trabajos esenciales y no esenciales, incluso se regula vagamente la posibilidad de dar un paseo a las mascotas para que puedan realizar sus necesidades fisiológicas, etc.

Seguimos en 2020 y recuerdo el calendario porque me produce perplejidad a estas alturas, que desde el Gobierno no se haya pensado en que no todos los animales son mascotas.

El Presidente del Gobierno en comparecencia en el Congreso de los Diputados explicó los criterios interpretativos del Ministro de Sanidad, que aclaran que se puede salir a cuidar animales domésticos que viven en espacios públicos. Olvidándose de los callejeros, de los no domésticos. Olvido que los pone en peligro. Miles de ellos viven en la naturaleza, necesitando de la ayuda humana para su supervivencia. Y se interpreta y se explica, porque nuestro Ordenamiento Jurídico aún no regula como es debido el derecho, bienestar y protección animal, así que se va parcheando según el sentimiento que se tenga hacia los animales por cada político responsable de este área y los funcionarios a ella adscritos.

Así por ejemplo, en Andalucía, como en otras tantas comunidades autónomas, no está regulado aún -de manera incomprensible- el gato feral. Aquel que vive en la calle, que necesita comer como cualquier ser vivo para subsistir. En mi Andalucía, al no estar regulado como tal, no existe. Los Ayuntamientos aunque quisieran no pueden establecer medidas de ayuda, cuidado, control, etc. de los gatos ferales porque para el legislador autonómico, sencillamente no existen y por tanto han de ser considerados como animales salvajes abandonados con las dramáticas consecuencias que luego se dirán.

Pero la realidad es muy distinta. Nuestras calles están pobladas de gatos callejeros, que nos ayudan a su desinsectación y desratización, pero tienen que comer, hay que llevarlos al veterinario si sufren algún daño y hay evitar la superpoblación.

Así, mientras las administraciones persisten en no ver esta realidad y dar solución, son muchos los voluntarios y voluntarias que dedican sus recursos económicos y su tiempo para repartir y ordenar la población felina callejera en colonias y controlarlas.

Aplican el método CES (captura-esterilización y suelta). Así no se extiende la población, y además día a día se encargan de alimentar a esos animales, evitando que merodeen por los restaurantes, viviendas, contenedores de basuras, les proporcionan asistencia veterinaria cuando lo precisan, etc. Todo es positivo, para las personas, para los animales, para el entorno, para el medio ambiente y además es necesario por una cuestión de convivencia.

Figúrese querido lector el panorama. Si los voluntarios y voluntarias que altruistamente dedican su dinero y su tiempo al cuidado de los animales callejeros en épocas normales tienen que andar con sumo cuidado para no ser denunciados por la policía por darles de comer en la calle, imagine la situación en este período de confinamiento en el que los controles policiales, como no podía ser de otra manera, nos paran, nos identifican y nos piden justificación de hacia dónde vamos o de dónde venimos. El estado de alarma también ha hecho daño y mucho a los animales callejeros y hay que decirlo, aún a riesgo de que alguien frivolice tratando de imputar a quien suscribe que no se puede hablar de dolor animal cuando mueren personas. Son cosas distintas. El dolor humano por la pérdida de tantas miles de personas no puede hacer que dejemos de mirar también a otros seres vivos que igualmente sufren y necesitan de nuestra ayuda.

Y esta es la realidad. Voy a mi trabajo, me paran en un control policial. Enseño mi salvoconducto y continúo la marcha sin problema. Pero, si un voluntario va a dar de comer a una colonia de gatos callejeros, ¿cómo se lo explica a la policía? Al no estar regulados los gatos ferales en la Ley de Protección Animal Andaluza, tampoco lo están en las Ordenanzas Municipales, y como nada se dispone en la normativa aprobada para regular nuestras vidas, derechos y obligaciones durante el estado de alarma -salvo las interpretaciones subjetivas que se les quiera dar-, tampoco se puede tener justificante que mostrar a la policía que autorice a una salida que es humana, justa, necesaria y positiva para todos, humanos y no humanos.

Creo firmemente que si no se permite por las autoridades locales, autonómicas o estatales alimentar a esos animales, éstos serán abandonados a su suerte, no tendrán qué comer con el agravamiento ahora de que en estos meses tampoco podrán, ni tan siquiera buscar la comida en las puertas de las cocinas de los restaurantes, o en sus contenedores de basura, prácticas nada aconsejables que gracias a las colonias controladas, están más que superadas.

En definitiva, si se abandonan animales que se sabe que existen, pues son colonias censadas -en la mayoría de los casos- en los ayuntamientos, y ni siquiera se permite a las personas que de manera voluntaria se encargan de su cuidado continuar con esta labor, se podría incurrir en un delito de abandono de animal y alguien debe resultar responsable. Es claro el artículo 337 bis del C.P., que regula el abandono animal.

Otra consecuencia perniciosa y dañina que esta tremenda crisis sanitaria está causando en los animales es que, aparejada a ella, está la pérdida temporal (ERTE) o no (despido) de los puestos de trabajo, con disminución de los ingresos económicos que imposibilitan en muchos casos que los voluntarios alimenten a los animales callejeros de su propio peculio. Por ello, sirvan estas líneas para que las distintas administraciones, en sus medidas de ayuda, prevean también partidas para la alimentación de los animales callejeros, así como la emisión de autorizaciones a los voluntarios acreditados para sin tener que depender de la comprensión y del corazón del agente de la policía que forme parte del control policial, pueda cuidar a los animales sin riesgo de ser sancionados. Pero esto debe ser por disposición legal y no quedar al arbitrio y decisión del funcionario de turno que ayudará según sienta o no amor, compasión o al menos respeto por los animales.

Es obvio que en la situación en que nos encontramos, los desplazamientos han de estar prohibidos en términos generales y se autoricen solamente los que estrictamente sean necesarios. Es lógico que no se puede circular para ir a pasar el fin de semana a la segunda vivienda, pero ¿qué ocurre con quien tenga en su casa de campo a su perro al que normalmente va a llevar comida, cambiar el agua y limpiar su espacio con la frecuencia que sea? Idéntica situación se da con el que tenga gallinas, caballos, o cualquier otro tipo de animal.

Las Autoridades tampoco han previsto esta situación y vemos como los dueños de los animales no pueden ir a cuidarlos sin “jugarse” el ser denunciados y sancionados. Al final, se ha de elegir rocambolescamente entre, denuncia y sanción o abandono de animal.

¿Sabe querido lector cuál es mi conclusión? Para mí, que nuestros gobernantes sólo creen que existen o deben existir animales mascotas y los que no lo son, se usa dinero público para contratar empresas que los cacen y sacrifiquen. Esa es la realidad de nuestros días y esa es la consecuencia a la que antes me refería de no estar regulado en las leyes autonómicas los gatos ferales, que con venda o sin venda en los ojos del legislador, existen en nuestras calles.

Como tan realidad es el que veamos jabalíes y otros animales por el centro de las ciudades,  ahora que el humano está en casa y ellos recuperan las calles. Cuando este maldito virus acabe y vuelva la normalidad, habrá que ordenar el regreso de todos los animales a su hábitat, pero nada de esto se oye a los responsables políticos y mucho me temo que no está hoy en su agenda de planes y proyectos futuros. Ello obligará a volver a improvisar sobre algo que sabemos que -ojalá más pronto que tarde- pasará y al improvisar, se hará probablemente dañando (si no, sacrificando) a los animales. Y desde luego, es lo único que he oído al respecto, los cazadores solicitando en televisión autorización para saltarse el confinamiento para cazar en plena calle.

Desde aquí apelo a la responsabilidad humana, política y cívica de todos nuestros gobernantes, para que de una vez por todas, no sólo digan entender, sino que de verdad entiendan, que la convivencia con los animales, ha de ser normalizada, pacífica y sin complejos y para eso, la única solución pasa por la Legislación. Es necesario legislar de una vez por todas el derecho y bienestar animal en toda su extensión, con penas apropiadas y no simbólicas, para los casos de su incumplimiento. Sólo hay que mirar a los países de nuestro entorno, aprender, copiar lo positivo y crear un mundo mejor. Muchos países europeos van por delante y deben servirnos de guía.

 

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