CLOUD COMPUTING

El Cloud Computing en los despachos

Tribuna
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Aunque la palabra Cloud Computing suene rara, y parezca aludir a algo muy novedoso, estamos sobradamente acostumbrado a ella, y forma parte de nuestro entorno personal y profesional; si bien es posible que no lo llamemos de esa forma.

El computing o computación no es sino aprovechar en el día a día, tanto de nuestro trabajo como de nuestro ocio, las ventajas que ofrecen ordenadores y nuevas tecnologías en general.

El cloud o nube, no es sino aprovechar las posibilidades que ofrece Internet; en definitiva, superar las barreras físicas que tienen los dispositivos, y poder acceder a nuestros datos en cualquier lugar y con cualquier dispositivo.

Todo jurista conoce ambas cosas; todos tenemos ordenadores y de una u otra forma nos servimos de las múltiples ventajas que ofrece internet en nuestro trabajo.

Entre dichas ventajas, supongo que pocos son los que desconocen las utilidades que se les puede sacar a una cuenta en Hotmail o Gmail. Hace mucho que dichas cuentas son algo más que un correo online, y ofrecen muchas posibilidades de las que en mayor o menor medida nos servimos (hojas de tratamiento de texto, cálculo, archivo de todo tipo de documentos etc…)

El cómputo en la nube o cloud computing, es simplemente una toma de conciencia en un doble sentido:

1.- De un lado, en la necesidad de gestionar de forma eficiente y  económica los datos que manejamos.

2 De otro, una toma de conciencia sobre los problemas de seguridad y privacidad que plantean las nuevas tecnologías.

Gestión de forma eficiente y económica de nuestros datos.

No nos engañemos: la imagen cuenta, entrar en un despacho jurídico atestado de papeles y carpetas es algo que choca a cualquiera; pero es que además es absolutamente ineficiente.

Los documentos pueden y deben ser escaneados, máxime cuando hay cientos de programas que permiten archivar y clasificar esa documentación.

Fácilmente puede resolverse ese problema con un ordenador y un par de programas informáticos, no obstante:

1.- O estamos en nuestro despacho o no podemos acceder a dicha información, por lo que en una sociedad en la que cada día se trabaja más en cualquier lugar y hora, nos vemos limitados.

2.- Los ordenadores son caros, y los programas también; por no decir que puede que ese programa que tanto dinero nos costó, al final o no lo entendamos, no nos convenga, o simplemente que necesitemos un programa costoso para asuntos muy puntuales.

Es mucho más eficiente tener toda la documentación archivada y clasificada en un lugar al que podamos acceder desde nuestra casa, o desde nuestro teléfono móvil o tablet (pues además estos dos dispositivos caben en cualquier lugar y los podemos llevar a cualquier sitio).

Es mucho más barato, en vez de comprar un servidor que pronto se nos llenará y tendremos que cambiar por otro, tener un sitio en la nube en el que paguemos simplemente por el espacio realmente usado.

¿Os habéis planteado cuantos programas tenéis instalados en vuestros ordenadores y de cuya existencia ni tenéis noticia?

El cloud computing viene a resolver todos estos problemas y sus posibilidades son infinitas (gestión de contactos, gestión de agendas, gestión de comunicaciones, gestión y archivo de documentos, comunicaciones con clientes, órganos corporativos y otros juristas de forma segura y hasta gestión de la domótica de nuestros despachos).

Lo que sí que va siendo hora es de superar esa tendencia innata a creer que todo en Internet es gratis, o que con un Gmail o una cuenta en Dropbox todo puede arreglarse.

Problemas de seguridad y privacidad.

Podría ser políticamente correcto e intentar citar la normativa sobre protección de datos, así como las sanciones que se establecen en caso de infracción; sin embargo, la verdad es que la Agencia Española de Protección de Datos suele ser benigna y consciente de lo mucho que queda por avanzar, apercibe más que sanciona,  salvo casos graves y reiterados.

No obstante, el cloud computing supone una subida en masa de datos a una nube. Somos responsables de dichos datos, pero no ya ante un organismo estatal, más o menos recaudatorio,  sino ante el ciudadano que confía en la labor del jurista.

Podría hablar de lo temerario que supone subir a Dropbox por parte de un abogado esas fotos comprometidas que le ha facilitado un cliente en un proceso de divorcio o de los riesgos de usar el Gmail para comunicaciones delicadas.

Pero la realidad es mucho más aterradora; Los datos se analizan, se monitorizan y se comercia con ellos; pensad en mi caso que soy Notario, lo delicadísimo íntimo y personal de la información que manejo.

Actualmente el cloud computing necesita: no solo de seguridad y privacidad, sino de confianza por parte del usuario, y primordialmente por una normativa tan global como es el fenómeno de Internet, siendo que dicha normativa es incipiente y que no puede tolerarse, que haya una normativa europea, una de Estados Unidos, y luego miles de normas de terceros países.

La consecuencia es que no cualquier servidor de computación en la nube es válido, ni cualquier programa.

El caso Snowden ha sido un serio aviso sobre el tema, que obliga a tomar conciencia sobre la necesidad de encriptar archivos, o de que usemos sistemas de cloud computing que cuando menos respeten las normas ISO/IEC 27001.

Hay que tomar conciencia de la necesidad que tenemos los juristas de invertir tanto tiempo en nuestra formación tecnológica, como dinero en mejorar la eficiencia de nuestros despachos, pues creo que de ello depende incluso nuestra propia supervivencia (y si no que alguien se pregunte cómo funciona el sistema de multas por radares de tráfico, en las que todo el proceso sancionador lo lleva una máquina).

¿Qué deben hacer los órganos corporativos de las diversas profesiones jurídicas?

Lo primero es tomar conciencia de la importancia que la tecnología tiene para el día a día de un jurista, así como de las evidentes carencias tecnológicas que tenemos.

Una labor de formación y de concienciación sobre estos temas es fundamental.

La realidad, sin embargo, pone de manifiesto que algo tan elemental la firma electrónica (que no es sino una mera identificación) tiene tantas empresas como profesiones jurídicas, y que es inexistente comunicación entre juristas (salvo correos electrónicos, muchas veces a través de Gmail) por no hablar de juristas como jueces y fiscales que carecen de firma electrónica.

Una actuación conjunta de los colegios profesionales implantando una única firma electrónica, o cuando menos fijando formas de comunicación entre las distintas profesiones jurídicas me parece esencial.

La posibilidad de compartir archivos de forma segura, de hacer actos de notificación y requerimiento, es una de las múltiples opciones que tiene el cloud computing, y sin embargo, parece que seguimos en las guerras cainitas en las que la única manera de demostrar la calidad de un jurista o de una rama del mundo del derecho, es ignorar o atacar al contrario.

Internet ha demostrado las grandes ventajas de la colaboración; de nosotros depende seguir anclados en esas pelucas, esas togas, y en definitiva en ese sabor rancio que rodea al mundo del derecho, o de una vez demostrar que el mundo del derecho es un mundo al servicio de la sociedad.

Usar el cloud computing es algo difícil para cada jurista en particular, y una gestión responsable y eficiente de los órganos corporativos es algo más que necesario.

No neguemos que el poder de negociación es tanto mayor cuando más grande sea el grupo negociador, por lo que es una necesidad que los órganos representativos de las profesiones jurídicas negocien con empresas del sector informático (hablar de invertir en I+D supongo que es una utopía, aunque es una necesidad, y muy rentable).

 

¿Sabemos los Notarios de Cloud Computting?

A principios de siglo con la creación de FEREN, FETSE, el Notariado dio un paso adelante en el tema de firma electrónica.

Merece destacarse la gran utilidad que a las administraciones públicas le ha reportado el Índice Único Informatizado que realizamos los Notarios cada quincena.

Sin embargo, los pasos han sido siempre encaminados hacia la alimentación de un big data por parte de una voraz administración pública.

Los retos para conseguir que el cloud computing sea verdaderamente eficaz en la gestión de las notarías están ahí (aunque es cierto que el programa de gestión del CGN avanza poco a poco) la utilidad concreta que para el ciudadano puede suponer un cloud computing notarial es algo que ni se plantea.

Pero sobre todo la aportación del Notariado a un cloud computing jurídico, como elemento de interconexión entre juristas, como herramienta para agilizar las relaciones entre abogados, notarios, jueces, fiscales, catedráticos, procuradores, abogados del Estado etc…, son simplemente inexistentes (y sólo hay interconexión con los Registros de la Propiedad y Mercantiles -parcial y por otra parte con más de una deslealtad-.)



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