Los Smart contracts basados en Blockchain, por su naturaleza, vienen a ofrecer la posibilidad de suscribir un acuerdo con un tercero que se ejecutará de manera autónoma e independiente de la intervención de las partes al cumplirse una serie de condicionantes, que pueden depender de quien lo acepta (como realizar un pago o dejar de hacerlo a una fecha), o de un elemento externo (por ejemplo, que una mercancía llegue más tarde de una fecha a un destino desencadena una sanción automática). Estos contratos destacan por la característica de que el protocolo de ejecución de la transacción es perfectamente transparente y verificable, antes, durante y después la consumación del negocio y, por lo tanto, facilitan una altísima seguridad sobre el cumplimiento de los términos acordados, puesto que, cuando está bien realizado, es inviolable para las partes comprometidas.
Con la paradoja de que la seguridad es ofrecida por la propia naturaleza del sistema, no por un regulador que está conociendo, interviniendo y gravando los acuerdos y que normalmente no puede ofrecer, en caso de desavenencias en los fracasos de la vía convencional, una ineficiente vía de recurso administrativo o judicial que raramente resulta satisfactorio.
Esta tecnología hace todavía más cierta la célebre frase de Aristóteles: “El hombre es esclavo de sus palabras (porque va a cumplir sin evasión posible lo manifestado en el Smart contract) y dueño de su silencio (si no tiene que informar a un regulador, se hace acreedor de una mayor soberanía individual)”.
Intermediación humana
Ahora bien, si estamos afrontando que es inexorable que nuestra nueva manera de operar será probablemente más efectiva y eficiente, pero quedará en manos de la programación de estos contratos inteligentes y de los factores condicionantes que pueden activar las cláusulas programadas, como en el ejemplo anterior, cuando el sistema informático detecte que una mercancía ha llegado en más o menos tiempo a un destino, sin mayor intermediación humana, aplicará una tarifa u otra. Hasta aquí todo se presenta muy razonable, pero debemos tener en cuenta la fuente legítima que el programa tomará como referencia para precipitar los eventos convenidos, una información externa del mundo real, que vendrá determinada por un “oráculo” también descentralizado, el cual tomará la información de diferentes calendarios o referencias horarias independientes con el fin de no ser burlado y actuar siempre según el espíritu para el que fue concebido.
El Blockchain (cadena de bloques) ha sido reconocido como el gran salto tecnológico de los últimos años. En particular, se viene comparando con el mismo internet tanto por lo revolucionario de sus prestaciones como por su dinámica adopción, aunque realmente se debería entender como la base tecnológica que dará soporte a la evolución hacia la denominada web 3.0., puesto que es la operativa basada en una red descentralizada la que permite al usuario acceder a buscadores, bases de datos, servicios,… sin tener que depender de servidores centralizados, resultando por tanto una nueva internet centrada en el usuario, más segura, privada y mejor conectada. Estas características permitirán a los sitios web y a las aplicaciones procesar información a través de la inteligencia artificial (IA) de modo lo más similar posible a la humana aplicando tecnologías como aprendizaje automático (Machine Learning), Big Data, o contabilidad descentralizada (DLT), etc.
Nuevo uso de internet
Estas propiedades definirán un nuevo uso de internet, que dejará de ser una conexión de acceso y localización de información que se identifica con la web 1.0 estática, basada en HTML, siendo superada en 1990 gracias a avances como HTMLR5, Javascript las redes sociales y la nube que la evolucionaron a una red interactiva y así rebautizándola como web 2.0, que ya supone una plataforma participativa, pero en la que los usuarios se ven sometidos a pagar el precio de la centralización en la que se controla su información para ofrecerles campañas de márketing, monetización de sus datos personales, entre otros fines indeseables. Por esto, es necesario que, mediante la aplicación de las utilidades descentralizadas del Blockchain, se alcance una web 3.0 con propiedades colaborativas descentralizadas en las que no existe un punto central de control en manos de gigantes tecnológicos, de modo que se logrará facilitar a los usuarios la información más relevante con mayor rapidez a mediante la Semantic web, que recibe este nombre por su capacidad de filtrar los datos disponibles y ofrecer al usuario la información que considera más apropiada mediante inteligencia artificial (IA) que permita al sistema interpretar el significado detrás de los datos, que es semántica.
Nos guste o no a usuarios y reguladores, la adopción de una tecnología que ofrece prestaciones superiores es simplemente inevitable, pues históricamente, a pesar de las reticencias, nunca se ha renunciado al progreso, a pesar de las consecuencias intrínsecas vinculadas al uso una “herramienta” más potente. Por analogía, si antes viajábamos por carretera en vehículos hasta a 120 k/h, en lo que sería una web 2.0, con los nada desdeñables riesgos que asumimos, igualmente un incremento de la velocidad en carretera nos permitirá llegar antes a nuestro destino, pero también aumentará los riesgos asociados.
Por lo tanto, aceptando que existen grandes potencialidades para mejorar la competitividad y eficiencia de nuestros medios, pero asociadas a riesgos críticos proporcionales a los beneficios que pueden suponer, cuanto más fiable se pueda considerar la ejecución de nuestras voluntades, deben plantearse los recursos de protección disponibles, como son una verificación profesional del contenido del Smart contract mediante auditorías especializadas, así como de los oráculos. Estas serían las garantías de que esta cadena de bloques se corresponde con el contrato que queremos pactar efectivamente y nos permitirá superar esos 120km/h de velocidad a los que circulamos actualmente con las mejores salvaguardas posibles.
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