Uno de los jesuitas denunciado por agresiones sexuales a una mujer en Mallorca ha reconocido este lunes que mantuvo relaciones con la víctima, aunque superficiales y siendo ella mayor de edad.
El declarante ha admitido que mantuvo relaciones con la mujer, pero sin penetración y a partir del año 1988, cuando la víctima habría cumplido ya la mayoría de edad.
Con todo, podría haber contradicciones entre las declaraciones ofrecidas este lunes en el juzgado y las expuestas en el proceso eclesiástico, en las que el jesuita comentó que las relaciones las mantuvo en 1986, cuando la víctima tenía 16 años.
La denuncia la presentó ante la Guardia Civil una mujer, de 54 años y con discapacidad. Lo hizo después de un proceso eclesiástico contra un sacerdote mallorquín, que fue apartado por parte del Obispado.
Este sacerdote fue el primero en declarar en el Juzgado de Instrucción 5 de Palma, reconociendo también relaciones con la víctima, pero defendiendo que fueron siempre consentidas y siendo ella adulta.
La misma denuncia se dirigía también contra dos jesuitas, uno de ellos el declarante de este lunes. El otro lo hizo a finales de junio, negando ante la jueza que hubiera forzado a la denunciante aunque reconociendo besos y caricias, pero en todo caso mutuos y consentidos.
Declaraciones previas
En declaraciones previas del jesuita, tanto en el proceso eclesiástico penal (mayo de 2021) como ante el Tribunal de la Rota (julio de 2022), a las que ha tenido acceso Europa Press, el sacerdote recuerda que la primera vez que tuvo un encuentro "más íntimo" con la víctima "pudo ser en abril o mayo de 1986", y no en 1988 como ha afirmado este lunes.
Señala también que conoció a la denunciante, a la que describe como una persona "muy cerrada" y "tremendamente tímida", cuando tenía "16 o 17 años" y que las relaciones pudieron empezar cuando ella tenía "17 o 18".
En el marco de estas declaraciones, el jesuita describe varios encuentros en los que habla de felaciones, besos y tocamientos, afirmando que su "único límite" era el acto sexual y que nunca pensó que estaba yendo "más allá de lo que se esperaba de un sacerdote".
"Nunca pensé que estaba yendo más allá de lo que se esperaba de un sacerdote, de un jesuita. No era consciente, era así de infantil. Me faltaba madurez", confesó.
También aseguró que nunca se preguntó por lo que estos hechos podrían provocar en la otra persona, porque él expresaba su "cariño y ternura con eso".
Más en detalle, ante el Tribunal de la Rota el sacerdote se describió a sí mismo como "muy afectivo" y "una persona buena", pero que no tenía "claros los límites". "Me olvidaba yo que era sacerdote en ese sentido", afirma.
Y niega también varias veces que hubiera penetración en alguno de los encuentros sexuales que sí reconoce. "Para mí la línea roja era el acto sexual. No la penetré nunca, era algo imposible para mí", repite, asegurando, con todo, que la relación que tenía con la víctima era "consentida y natural".