Que la tecnología ha venido para quedarse no es ninguna novedad. Pero, ¿y si además utilizamos la misma los despachos de abogados para mejorar la experiencia de nuestros usuarios/clientes?
Un despacho de abogados es un prestador de servicios profesionales jurídico, y como tal, el objetivo principal y nuestro foco debe estar dirigido a que el cliente se sienta cómodo, seguro, acompañado e informado en todo momento, si el objetivo es fidelizar.
Analizando el perfil del cliente actual, ¿cuál es la nota común que más se demanda? Soluciones rápidas, eficientes y especializadas.
La sociedad requiere respuestas cada vez más rápidas, y cuando el potencial cliente se trate de la Generación Z (nativos de la tecnología), la prestación de servicios jurídicos tal y como la conocemos hoy, habrá cambiado, y mucho.
La evolución del modelo de negocio, desde mi punto de vista, tiene dos focos:
- el interno, que afecta a la estructura del propio despacho, por medio de una transformación y adecuación al entorno digital en el que nos movemos en la actualidad, y al que nos dirigimos sin retorno.
- Y una vertiente externa, en relación con la adaptación a las nuevas herramientas, y la búsqueda constante de nuevas aplicaciones que permitan prestar un servicio acorde a las necesidades del mercado y de los clientes.
Respecto a la primera, afortunadamente mi generación, hemos podido fundamentar demandas mediante la búsqueda de jurisprudencia en plataformas, pero los tomos que tenemos a nuestras espaldas mientras las redactamos, y que a día de hoy forman parte del decorado de cualquier despacho de abogados, cumplieron dicha función hace 20 años, siendo un claro ejemplo de la eliminación de una especie llamada abogado analógico. Evidentemente no, la tecnología ha hecho la defensa de los intereses de nuestros clientes, más eficiente.
Nuestros mentores comenzaron ejerciendo la profesión tecleando una Olivetti Lettera y borrando texto con cinta correctora como sistema de “control de cambios”; en la actualidad, nos vemos emprendiendo planes para establecer e implementar soluciones tecnológicas con el objetivo de ser más eficientes, lo que se traduce en ahorro en costes para la empresa, y en definitiva, ahorro para el cliente final.
Respecto a la vertiente externa en la evolución del modelo de negocio jurídico, la sociedad avanza, y necesariamente, nuestra profesión también. Actualmente ya agilizamos procesos de recogida de firmas en contratos, acuerdos o actas, con sistemas de captación de biometría que permiten vincular al firmante de manera única, junto con evidencias electrónicas como la geolocalización, IP o el propio dispositivo, que permiten acreditar la autenticidad de la misma y la consiguiente identificación del firmante, y son documentos perfectamente válidos que producen todos los efectos previstos por el ordenamiento jurídico, cuando concurren el consentimiento y los demás requisitos necesarios para su validez.
A corto plazo será habitual el uso de inteligencia artificial para agilizar la revisión de documentos y contratos, y la utilización de algoritmos de Machine Learning para automatizar decisiones basadas en supuestos de hecho similares.
La Comisión Europea, ha convocado un pliego para el estudio sobre el blockchain y el impacto de los sistemas descentralizados habilitados por blockchain, para complementar los trabajos realizados por la UE Blockchain Observatory and Forum, European Blockchain Partnership, el Centro Común de Investigaciones, y otros. El objetivo es analizar y evaluar el marco legal en la UE, y consolidar disposiciones para garantizar la seguridad jurídica en temas como el uso y reconocimiento de contratos inteligentes en diferentes jurisdicciones, y la forma de emitir y explotar tokens de utilidad, así como el análisis y la evaluación del impacto que ofrece la tecnología blockchain para los actuales modelos de negocio, y a nivel socieconómico.
Y es que cada vez resulta más necesario tener entre nuestras filas a responsables de procesos que resulten híbridos entre abogados y programadores, y que hagan las veces de traductor, que sepan trasladar las necesidades y la realidad práctica a la que se enfrenta en su día a día el abogado, para que el programador o desarrollador informático pueda convertirlo y traducirlo en código.
Se trata de adquirir nuevas habilidades que permitan implementar herramientas que agilicen y automaticen tareas, y que la labor del profesional sea el valor añadido que supone la especialización en la materia en cuestión.
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