Perseguidos, desplazados por guerras o catástrofes, por la violencia política y/o xenófoba, nuestros hermanos alrededor del mundo constituyen ya uno de los grupos humanos más grandes, según el último informe elaborado por el Alto Comisionado de la Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Solo la guerra de Ucrania ha supuesto el desplazamiento de 8 millones de personas hacia otros países europeos en una acción colectiva de acogida que ha despertado casi a partes iguales admiración y envidia. Admiración por el ejercicio de solidaridad colectiva; envidia porque 90 millones de refugiados de otras muchas naciones del mundo no reciben lamentablemente un trato ni remotamente comparable.
El año pasado se presentaron en España casi 120.000 solicitudes de asilo. A pesar del importante avance que se consiguió en la tramitación y porcentaje de aceptaciones, solo unas 18.000 obtuvieron una respuesta positiva del Estado. Nuestro país avanza con paso muy lento en este terreno, ofreciendo protección solo a la mitad de refugiados que la media europea en términos porcentuales (el 16% frente al 38% de la UE).
Desde la abogacía observamos con esperanza cómo se materializa en las instituciones europeas después de muchos años el debate sobre la acogida de refugiados en nuestro continente. Pero también recibimos con pesar que las conversaciones se enfocan en los métodos para frenar la llegada de extranjeros y en los obstáculos para el acogimiento. Apenas se habla de derechos, de los que no podemos olvidar son inherentes a la persona.
Esos derechos inherentes a todas las personas y la necesaria solidaridad con los refugiados es lo que la Abogacía Española considera imprescindible reivindicar una vez más en una jornada como el Día Mundial del Refugiado. Por eso debemos recordar hoy que el primero de los artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
Los principios y los valores que inspiraron la creación de la UE son en estos momentos de la historia de la humanidad absolutamente necesarios. La solidaridad, el respeto y defensa de los derechos humanos; de todas estas personas debe ser un permanente compromiso de todas las instituciones y toda la sociedad.
Por eso, reiteramos públicamente la exigencia de protección para los refugiados, incluido el acceso a la asistencia jurídica.
A pesar de no ser españoles, todos sus derechos deben ser respetados y deben ser atendidas sus solicitudes, así como deben contar con el asesoramiento legal que le reconocen nuestras propias leyes. Y deben ser respondidas sus solicitudes en un plazo humanamente razonable, sin demoras y sin excusas.
Nuestra conciencia así nos lo pide, nuestra adhesión al derecho internacional así nos lo exige. Cumplamos con nuestra conciencia, cumplamos con nuestra ley.