El abogado, ¿nace o se hace? Posiblemente las dos cosas.

Acreditación de la condición de abogado

Tribuna Madrid
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El abogado, ¿nace o se hace? Posiblemente las dos cosas. Hay personas con una tendencia innata al ejercicio de la abogacía, pero no cabe duda de que hace falta unas técnicas jurídicas, que se adquieren en las facultades de derecho. Y la práctica atendiendo a los clientes, y en los juzgados.

De todas las técnicas precisas, conocimientos legales, informáticos, psicológicos, etc., hay uno que es básico, y es la capacidad de ponerse en el lugar de la otra parte, de saber con antelación por dónde nos va a salir el abogado contrario, pero compañero… Y, por supuesto, es básico saber hablar, y hablar bien, vocalizar adecuadamente, saber construir frases cortas, bien elaboradas, que resuman nuestro punto de vista, que no somos charlatanes de feria, sino oradores.

Precisamente por ello nunca he entendido porque en las facultades no hay más exámenes orales, que deberían ser prácticamente obligatorios, si bien es cierto que nuestras facultades no forman únicamente a futuros abogados, sino más bien a técnicos jurídicos, que sean capaces de moverse por el galimatías legal que supone nuestra enrevesada sociedad, con diecisiete estados sietemesinos, empeñados en aumentar las diferencias los unos con los otros, en lugar de homogeneizar sus legislaciones internas. Y así nos va.

Recuerdo que hace años estuve en Argentina varios meses, como Profesor Invitado, y como los exámenes se hacían por el método de la bola, que llevaba grabado un número, y era el tema que el alumno debía explicar. Claro que allí la carrera que se cursaba era Abogacía, con nada menos que seis años de duración, aunque también existía otra carrera, llamada Procuraduría, de cuatro años, y según los profesores, bastante más sencilla, pues se dedicaban básicamente al estudio de los diferentes procesos.

Ignoro si la situación sigue igual o ha cambiado. De cualquier forma, los procuradores ya iban camino de su desaparición por aquel entonces, pues los abogados preferían representar a sus clientes, ya que así cobraban por los dos conceptos, defensa y representación, que incluso tenían regulados los honorarios respectivos: defensa el 60% y representación el 40%. Es curioso que incluso coincidieran al 10% anual con el periodo de formación que exigía cada una de ambas carreras.

Me ha extrañado mucho, la verdad, que nadie haya reparado en la necesidad de comprobar la fluidez verbal y capacidad de expresión de los futuros abogados, con una prueba teórica al respecto, la explicación de un caso práctico, o de un tema teórico, o, simplemente, una entrevista de selección con el tribunal correspondiente.

En la Universidad de Zaragoza hace años también se seleccionaba a los futuros profesores contratados mediante la simple aportación de documentos, sin hablar en público, con lo cual un tartamudo podía perfectamente obtener una plaza de profesor.

Soy consciente de que si se examinan cada año varios millares de personas, esta prueba oral retrasaría mucho la celebración de las pruebas correspondientes, para dar el nihil obstat a una persona para ser abogado sin verificar que es capaz de expresarse con coherencia en público, me parece muy aventurado.

E incluso se da el caso de personas con escasísima formación, yo por ejemplo, sin ir más lejos, pero que luego tienen un pico de oro, que les permite salir indemnes de cualquier juicio, aunque su oponente les de muchas vueltas en formación jurídica.

Que los abogados no somos enciclopedias jurídicas como otras profesiones del sector, sino que debemos poseer  conocimientos los justos, pero eso sí, mucho sentido común, y enfatizar con los derechos e intereses legítimos de nuestros clientes, poniéndonos en su lugar, y utilizando todos los medios que el Estado de Derecho nos permita, en la defensa de sus derechos e intereses legítimos.

 


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