Ver especial completo sobre la gestión de despachos
Profesional, ya que como refleja el propio Código Deontológico de la Abogacía Española en su art. 15, todo abogado tiene derecho a percibir una retribución u honorarios por su actuación profesional.
Empresarial, pues partiendo de la idea de que nuestros despachos deben gestionarse como verdaderas empresas, aquellos soportan unos costes que deben ser puntualmente sufragados, de ahí que el ingreso periódico de los honorarios constituye el suministro de combustible básico para el funcionamiento y crecimiento de los mismos.
Finalmente, hemos de considerar que el cliente se encuentra en una situación poco apta para valorar nuestros honorarios profesionales. Desconoce el servicio que prestamos y su estado anímico cuando nos encarga un asunto no es el más propicio. Por lo tanto, el profesional deberá llevar a cabo una auténtica gestión de esta situación, haciendo todo lo posible para que la experiencia del cliente en esta materia sea lo más satisfactoria posible.
La gestión, un caballo de batalla para muchos despachos que perjudica la relación profesional.
Sin embargo, a pesar de la importancia de nuestros honorarios, la gestión de los mismos sigue siendo el caballo de batalla de muchos despachos que, centrados en la tarea a realizar, miran hacia otro lado a la hora de afrontar esta materia, permitiendo así que la relación profesional se vea perjudicada como consecuencia de las numerosas incidencias que podrán surgir durante la misma. Las causas de dicha actitud pueden ser variadas, pero por destacar algunas, podemos señalar el absurdo temor reverencial que produce el acto de pedir al cliente la retribución por nuestro trabajo, la dificultad de centrarse en dicha materia cuando la carga de trabajo del propio asunto a minutar nos abruma, un secular rechazo inconsciente a "pedir dinero" y, finalmente, la endémica desorganización de los despachos en materia de gestión de los honorarios.
Estas situaciones, que equivalen a una gestión defectuosa de nuestros honorarios, pueden concluir de forma muy negativa para el abogado, pues ante tal proceder, acabarán produciéndose malentendidos en cuanto a la cuantificación, fijación y cobro de los honorarios, sin olvidar la importante distracción que estas incidencias suponen a quien, insistimos, debe estar dedicado y concentrado en la llevanza del asunto.
Más concretamente, los perjuicios que puede acarrear la falta de gestión de los honorarios podrían sistematizarse en los siguientes:
- El retraso en el pago de honorarios una vez solicitados los mismos tras comenzar la prestación del servicio.
- El impago de honorarios por presupuestación tardía o poco clara.
- La disconformidad del cliente con los honorarios e impugnación de los mismos por indebidos o excesivos.
- La confusión entre honorarios y dietas y suplidos.
- La pretensión de que el abogado se haga cargo de los honorarios del procurador, notario o perito.
- En definitiva, el cuestionamiento de la relación por falta de transparencia, principio que debe presidir esta materia.
Un proceso de gestión presupuestario y de cobro permite canalizar adecuadamente todas las demandas relacionadas con los honorarios.
Por lo tanto, será esencial para el despacho, disponer de un proceso de gestión presupuestario y de cobro que nos permita canalizar adecuadamente todas las demandas relacionadas con los honorarios, desde la presupuestación a la gestión de impagados, pasando por la facturación en las fases previstas.
Muy sucintamente, el proceso de facturación podría definirse como un conjunto de normas y procedimientos internos del despacho que tienen por objeto la gestión de los procesos de presupuestación y facturación a los clientes con el fin de garantizar que la elaboración del presupuesto, la emisión de las facturas y el pago de las mismas se lleven a cabo de forma ordenada y eficaz. Dicho proceso, puede incluso completarse con otro de morosidad, cuyo objeto lo constituye un proceso destinado a prevenir la morosidad mediante la detección de posibles casos de impago de los honorarios profesionales devengados por parte de los clientes, así como de optimizar la recuperación de los créditos morosos mediante el ejercicio de las actuaciones procedentes con el fin de regularizar dicha anómala situación.
Al disponer de estas herramientas, el abogado se acercará progresivamente al cumplimiento de sus objetivos de pago puntual de los honorarios para atender los costes del despacho, y así obtener el correspondiente rendimiento que le permita la supervivencia y el crecimiento. Por otro lado, el cliente, que quiere conocer el coste de nuestros servicios y la forma en la que debe atender los mismos, verá así satisfecha su legítima necesidad.
De este modo, a través de una adecuada gestión de este proceso, ambas partes, cliente y abogado, comenzarán la relación con recíproca satisfacción, con la ventaja de que, en su caso, dicho proceso nos ayudará a conocer a priori las dificultades con las que nos vamos a encontrar durante el desarrollo del encargo, constituyendo, finalmente, un extraordinario instrumento de fidelización y satisfacción al cliente.