Para enfrentarnos a las vicisitudes que, de cualquier forma, se presentan en nues- tra vida de ciudadanos de la sociedad de la Información- lúdicas, laborales, mecánicas, administrativas….- nos servimos, o nos sirven, de los algoritmos que son ya parte inseparable de nuestra coetaneidad. Los en- tendemos como “conjunto ordenado y finito de operaciones que permite hallar la solución de un problema”. Si damos un salto cuali- tativo en la escala tecnológica, vemos que también forman parte de una herramienta, o haz de las mismas, que condiciona y ex- plica la actividad del mundo en el que nos ha tocado vivir.
Me refiero a Internet, entendida, sin ir mucho más allá, como tecnología de la información, comunicación y difusión ya generalizadas. Por si esto no bastase, apa- rece, veremos si como burbuja o elemento esencial, el concepto de aquello que sea la tecnología basada en Blockchain, cadena de bloques en suma. Se la concibe como un grado superior a lo que conocemos y utili- zamos porque es un salto cualitativo esen- cial que incorpora valor, reelaboración y equilibrio en un entorno de información compartida. Si hacemos caso a sus difuso- res más conspicuos, habría que añadir que ha llegado, como en su día lo hizo el rock, para quedarse. Poca broma, entonces.
Se nos presenta un escenario que los expertos califican de disruptivo, al aparecer ex novo una tecnología que supera y condena a otra a la obsolescencia.
Ante este tipo de procesos y sus esce- narios concatenados, los Notarios, como agentes jurídicos cualificados por el Estado, podemos ponernos a la defensiva- esto no nos afecta tanto como dicen, la Administra- ción irá desbrozando el camino que para algo somos Notarios… - o bien, analizar con pru- dencia y necesarias dosis de sentido común lo que la tecnología, incorporada a nuestra profesión, y sus más que contrastadas prác- ticas, pueda ayudar a presentarnos ante la sociedad. Con una cualificación reforzada y adaptada a las exigencias que nuestro en- tronque socio-económico nos demanda.
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